Lugar: Restaurante Atrio
Dirección: Plaza de San Mateo 1 – Cáceres
Teléfono: 927 24 29 28
Web: www.restauranteatrio.com
Esta semana nos trasladamos hasta tierras extremeñas para recordar nuestro paso por su restaurante más reconocido por la crítica, el restaurante Atrio de Cáceres que regentan Toño Pérez (cocina) y José Polo (sala) y que cuenta en la actualidad con 2 estrellas Michelin.
Situado en el casco histórico de Cáceres el restaurante Atrio forma parte de Relais & Chateux, una asociación de establecimientos exclusivos que aúna hoteles con encantos y joyas gastronómicas y entre por citar alguno de los que ya hemos repasado en Espacios secretos se encuentran Santceloni y Martín Berasategui.
Un lugar idílico en cuya planta baja se encuentra el restaurante dividido en varios salones que tienen una capacidad para unos 50 comensales.
Una cocina de raíces extremeñas presentada en sus dos menús degustación, uno más corto y clásico en el que se encuentran algunos de sus platos fetiche y otro más largo y creativo que fue por el que optamos nosotros aunque cambiando algún plato por el del otro menú.
Un aperitivo para abrir boca que llega en forma de macaron de remolacha relleno de apio nabo y caviar y vamos con la degustación propiamente dicha que comienza muy bien con la zanahoria con ortiguilla e hinojo donde destacaría el caldo por encima de la cuchara.
Color en la mesa con los guisantes en texturas que aparecen sobre el plato a modo de nieve y en crema envolviendo dados de cochinito crujiente y con dos bolitas de wasabi a modo de falso guisante.
Su particular versión del Bloody Mary la presentan con una tierra de tomate, berberechos y un helado de cebolleta. Un plato simpático.
Ostra en dos versiones con un primer pase presentada al natural con una infusión de melisa y puré de apionabo y un segundo pase en el que la ostra va frita con papel de frutos rojos y kimchi. En el primer pase encontramos un gran producto sin demasiada gracia alrededor y en el segundo pase una propuesta muy arriesgada en la que la presencia de la ostra se pierde por el camino.
Y más o menos a mitad de la función llega la estrella de la fiesta a modo de careta de cerdo ibérico con cigala y caldo de ave que es uno de esos platos que recuerdas con el paso del tiempo y que cuando llega la época de hacer balance de los platos del año aparecen en la memoria. Contraste de texturas y sabores y un fondo de plato impecable.
Con el listón muy alto por el plato anterior llega otro mar y montaña, carabinero, maíz y meloso de cerdo ibérico. Tres puntos en la mesa, una crema potente, el plato principal donde se intercalan el tronco del carabinero y el cerdo y finalmente una cabeza de carabinero para dar rienda suelta a la pasión. División de opiniones en cuanto al plato en la mesa aunque a mí me gustó mucho.
Bajamos el nivel con el pescado con la lubina con cítricos, mil y una noches y pan de cominos. Poca gracia.
Y lo volvemos a subir con el solomillo de retinto en dos pases, primero en tartar con helado de mostaza que es un bocado delicioso aunque es ese momento en el que empiezas a notar que tal vez están abusando de los helados y un soberbio segundo pase con la carne de retinto asada y con una costra crujiente de hierbas acompañado de brócoli y frutos secos.
Llega el turno de los postres y comenzamos con el binomio de torta del Casar con helado de torta y aceite especiado y membrillo. Soy un enamorado de este queso y esta versión en forma de helado es sensacional y su contraste con el membrillo y el queso en crema es prodigioso.
El segundo postres hace un homenaje a diferentes texturas de la piña donde vuelve a aparecer el helado, esta vez sin el éxito anterior.
Finalizamos con la cereza que no es cereza que pone el broche a un menú con varios puntos álgidos y algún otro tropezón.
Aun quedan por llegar las golosinas y entretenimientos de sobremesa para acompañar el café que ahora sí dan paso a nuestra visita a la cocina y posteriormente a la bodega.
El servicio de sala es prácticamente perfecto desde la recepción hasta la despedida donde fluye a buen ritmo y donde llama la atención el atuendo informal de José Polo que contrasta con la formalidad del resto de la sala y que le confiere una gracia especial.
El paso a la cocina y la conversación con Toño Perez es posiblemente ese recuerdo que no olvidarás (además de la careta de cerdo ibérico) y es que se trata de un tipo entrañable, cercano, preocupado porque era un día especial con más gente de lo habitual y tu sonrisa complice de que todo ha ido bien agradece. Un hombre que derrocha simpatía por los cuatro costados, enamorado de su casa en la que el mismo cuida las azaleas del patio y disfruta enseñándotelas y contándote anécdotas del proyecto.
Una bodega en el piso inferior para guardar dentro de una caja fuerte, una colección de museo con verticales de algunos de los vinos más grandes.
La carta de vinos la presentan en su libro “Transportando la gran piedra” que nos regalaron y en el que se pueden ver fotografías de algunos momentos de la construcción de Atrio. El precio de la carta de vinos está muy subido partiendo de los 45 Euros del vino más barato. Nosotros optamos por regar la cena con un Ribera del Duero, Convento de San Francisco de 2009 que funcionó muy bien que tienen en 65 Euros.
El precio del menú degustación largo es de 129 Euros y con vino y demás te vas a los 200 por persona aproximadamente.
Sin duda es un sitio mágico que recomiendo visitar si entra en tu presupuesto o quieres darte un capricho.
Tiene todo una pinta excelente
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